Bendiciones

“Las bendiciones se llaman “sacramentales” porque nos preparan para recibir la gracia de los sacramentos y nos ayudan a crecer para ser más como Cristo (véase Catecismo de la Iglesia Católica, n.o 1670).

Las bendiciones consisten en la oración, la Escritura y, a veces, un signo ritual especial (véase Catecismo de la Iglesia Católica, no 1668).

La gente está acostumbrada a ver a obispos, sacerdotes y diáconos bendiciendo objetos o personas en el nombre de la Iglesia. En efecto, “cuanto más una bendición concierne a la vida eclesial y sacramental, más se reserva su administración al ministerio ordenado” (Catecismo de la Iglesia católica, no 1669).

Sin embargo, hay otras bendiciones, como las contenidas en Catholic Household Blessings and Prayers, que puede ser orado por cualquiera que haya sido bautizado, “en virtud del sacerdocio universal, una dignidad que poseen a causa de su bautismo y confirmación” (Libro de bendiciones, no 18). Las bendiciones dadas por los laicos se ejercen debido a su oficio especial, como los padres en nombre de sus hijos.

Justo después de decirles a sus discípulos que “amen a sus enemigos, hagan el bien a los que os odian”, Jesús les instruye a “bendecir a los que te maldicen, orar por los que te maltratan” (Lc 6, 28). San Pablo se hace eco del mandamiento del Señor cuando exhorta a los romanos a “bendecir a los que os persiguen, bendecirlos y no maldecirlos” (Rm 12, 14). San Pedro insta a que cada vez que estemos en el extremo receptor del mal, debemos devolver “una bendición, porque a esto fuiste llamado, para que pudieras heredar una bendición” (1 P 3,9).

Es por eso que el Catecismo de la Iglesia Católica nos dice que “toda persona bautizada está llamada a ser una ‘bendición’ y a bendecir” (n. 1669; véase Gn 12, 2; Lc 6,28; Rom 12:14; 1 P 3:9).

Al igual que el Señor en quien han sido bautizados, los padres deben bendecir y orar por sus hijos. Cada uno de nosotros debe recordar a los enfermos y a los que sufren. Cada vez que nos reunimos alrededor de la mesa familiar, debemos bendecir a Dios y la comida que nos ha dado. En ocasiones especiales, observaremos las tradiciones del tiempo, santificando mediante la oración y bendiciendo todas las estaciones de gracia que Dios nos ha dado”.

En San Gerardo el sacerdote da bendiciones a la gente (por ejemplo: presentación de un niño de tres años, quinceañera); de objetos devocionales (rosario, medallas, escapularios); de una casa, un negocio o un coche. Contacte a la CRE para mayor información