La misión catequética de la Iglesia tiene como objetivo ayudar a los fieles de todas las edades a crecer en la madurez humana y cristiana, enriqueciendo toda la vida con la levadura del Evangelio. En consecuencia, las metas y el contenido apropiados abarcarán todas las dimensiones de fe de una vida adulta, por ejemplo, comprender y comunicar la fe, las habilidades necesarias para el crecimiento personal, la experiencia de la vida familiar, las relaciones, el servicio público y la preocupación por el bien común.
Nuestro ministerio de formación de la fe adulta involucra las necesidades e intereses particulares de los adultos que vienen a nuestra parroquia. El objetivo es ayudar a los adultos a formar una conciencia cristiana y a vivir sus vidas en el mundo como discípulos fieles de Jesús.
Esta integración de la experiencia real de la vida, las diversas necesidades de aprendizaje de los adultos, el estudio de las Escrituras y la enseñanza de la tradición de la Iglesia crearán un ambiente de aprendizaje vibrante. También desafiará la creatividad de aquellos que establecen la dirección, planifican el contenido y proporcionan programas de formación de fe de adultos. Cumplir con el desafío será exigente y gratificante. Para obtener orientación, ofrecemos los siguientes objetivos, principios, contenido y enfoques.
Como primera meta, la formación de la fe ayuda a los adultos a “adquirir una actitud de conversión al Señor”. Esta actitud fomenta una espiritualidad bautismal para los adultos. Los lleva a reconocer y arrepentirse del pecado en sus corazones y vidas, a buscar la reconciliación a través de los sacramentos y a abrazar la invitación y el desafío de una fe cada vez más profunda en Jesús. Significa poner en la mente de Cristo, confiar en el amor del Padre, obedecer la voluntad de Dios, buscar la santidad de la vida y crecer en amor por los demás. Profundizar la oración personal es un medio significativo hacia el crecimiento de la santidad en la vida diaria.
De acuerdo a todo esto, la formación de la fe ayuda a los adultos a tomar “una decisión consciente y firme de vivir el don y la elección de la fe a través de la pertenencia a la comunidad cristiana”, aceptando la “corresponsabilidad de la misión de la comunidad y de la vida interna”. Los adultos no sólo reciben los ministerios de la comunidad cristiana, sino que también contribuyen a su vida y misión a través del generoso compartir de sus dones.
La Iglesia y sus fieles adultos tienen una misión en y para el mundo: compartir el mensaje de Cristo para renovar y transformar el orden social y temporal. Esta doble vocación a la evangelización y a la justicia es parte integral de la identidad de los fieles laicos; todos están llamados a ella en el bautismo. En consecuencia, la formación de la fe busca ayudar a cada creyente adulto a ser “más dispuesto y capaz de ser discípulo cristiano en el mundo”. Como sal de la tierra y luz para el mundo (cf. Mt 5, 13-16), los discípulos adultos dan testimonio del amor y de la voluntad solidario de Dios para que, en el poder del Espíritu, renueven la faz de la tierra.
Si tiene alguna pregunta, comuníquese con la Coordinadora de Educación Religiosa para obtener más información.